En la Edad Media, época en la que los malos encuentros no eran raros en los caminos, cuando dos caballeros se cruzaban, la prudencia recomendaba prepararse contra cualquier eventualidad y por lo tanto mantener la mano cerca de la guarda de tu espada, con la intención de estar presto a sacarla de la vaina y defenderse. Dado que los hombres son diestros en su mayoría, parecía entonces esencial encontrarse al lado izquierdo del camino.
Del mismo modo, en los torneos organizados en la liza, los dos caballeros se cruzaban con la lanza en su mano derecha, y por lo tanto avanzaban por el lado izquierdo de la barrera que a veces separaba a los contrincantes.
Sacado del libro Petites histoires de l'histoire de Daniel Appriou
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